Y llega Septiembre y ese mes se me hace noche, se me hace memoria; el calendario atrasa, avanza y se queda fijo en una fecha: 16.
Y llega Septiembre y mis compañeros de militancia, jóvenes de ayer, aparecen vívidos desde sus ausencias; y los de hoy, se hacen presentes en las calles, en marchas, entre banderas, con sus nuevas reivindicaciones. Y se declara por ley el “Día de los Derechos del Estudiante Secundario” y se apropian de la historia reciente, protagonistas de su época, marcan agendas, actividades, valores. Hoy disfrutan, quizás sin saberlo, de ser jóvenes en democracia, gozan de no ser perseguidos políticos, subversivos, presos. Y quisiera gritar que lo valoren, lo disfruten, lo defiendan, no banalicen las historias: pero ellos sabrán qué hacer con nuestra historia. Me muerdo los labios, contengo lágrimas cuando los veo cantar y a veces me quiebro porque en cada uno de sus rostros veo a mis compañeros ausentes, que no los dejaron ver este país, no los dejaron ni siquiera ser jóvenes.
Y llega Septiembre y los recuerdos de los años de soledad, de incomprensión, de no hablar, de sólo estar acompañado por pocos, contrastan con las imágenes de marchas multitudinarias, salones repletos ansiosos de escuchar, banderas, reconocimientos. Manos unidas, abrazos largos y cálidos que nos envuelven y anudan esos lazos que alguna vez fueron quebrados por la represión y la desaparición.
Y llega Septiembre y la justicia repara con la ejemplar sentencia a Etchecolaz. Y una nueva herida se abre: lo desaparecen a Julio López. Y ahora son: los chicos de la Noche de los Lápices, Julio y que el represor, ni ningún otro genocida, vuelva a su casa…
Y llega Septiembre y vuelve la sombra de las delaciones de las autoridades de los colegios y un susurro en la ciudad de La Plata los nombra como responsables de las desapariciones. Y llega Septiembre y en las escuelas se leen maravillosos textos que explican pedagógicamente qué es el Terrorismo de Estado, el genocidio, las violaciones a los Derechos Humanos; con docentes comprometidos, con una Ley de Educación Nacional que plasma este devenir de la democracia. Y vuelve atrasar el calendario cuando se escucha a un presidente hablar de “guerra sucia”, ofende, denigra, duele.
Y llega Septiembre y hay Boleto estudiantil, netbooks, Asignación Universal por Hijo, Plan de viviendas, miles de escuelas nuevas, cientos de Universidades, programas de inclusión educativa, orquestas infantiles en las villas, millones de libros en las bibliotecas, ley de Centros de Estudiantes.
Y este año llega Septiembre, sólo nueve meses y arrasaron con trabajos, derechos, historias recientes, símbolos. Se apropiaron de palabras, dejaron de ser 30000, los luchadores volvimos a ser subversivos.
Pero sólo están unos pasos atrás, y cuando algún viento de Septiembre sople con fuerza, aparecerán, marchando junto a las Madres, las Abuelas, los ex detenidos, los hombres y mujeres que tanto dieron por nuestro país. Y allí estarán los nuevos jóvenes con su rebeldía, compromiso, militancia, junto a todos aquellos que no se resignan a dejar el país para unos pocos que intentan pisotear nuestra historia. Porque la construcción de una sociedad más justa y equitativa, lleva tiempo, es una profunda disputa de poderes, de intereses enfrentados, de construcciones simbólicas y culturales. Lleva esfuerzo, incomoda.
Pero estoy convencida que es posible ganarla, sólo es cuestión de tiempo, porque Septiembre siempre vuelve y el 16 llegó para quedarse.
Emilce Moler- ex detenida desaparecida de La Noche de los
Lápices
LA NOCHE DE LOS LÁPICES
La noche del 16 de septiembre de 1976 y días sucesivos, un grupo de jóvenes militantes de la Unión de Estudiantes (UES) y de la Juventud Guevarista fueron secuestrados en la ciudad de La Plata, a 60 kilómetros de la capital argentina, por miembros de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Eran los primeros meses de la dictadura cívico-militar que acabaría en diciembre de 1983. La fecha quedó grabada en la memoria colectiva como “La noche de los lápices”.
Según la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), “los adolescentes secuestrados habrían sido eliminados después de padecer tormentos en distintos centros clandestinos de detención, entre los que se encontraban: Arana, Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes, Jefatura de Policía de la Provincia de Buenos Aires y las Comisarías 5ª, 8ª y 9ª de La Plata y 3ª de Valentín Alsina, en Lanús, y el Polígono de Tiro de la Jefatura de la Provincia de Buenos Aires”. Entre ellos estaban: Francisco López Muntaner, María Claudia Falcone, Claudio de Acha, Horacio Ángel Ungaro, Daniel Alberto Racero, María Clara Ciocchini, Pablo Díaz, Patricia Miranda, Gustavo Calotti y Emilce Moler. Cuatro de ellos sobrevivieron. Se presume que los restantes fueron fusilados en los primeros días del año 1977.
La mayoría de los jóvenes tenía militancia política en la Unión de Estudiantes Secundarios, agrupación estudiantil encuadrada en el peronismo de izquierda, y en la Juventud Guevarista, rama juvenil del Partido Revolucionario de los Trabajadores de tendencia marxista-leninista. Muchos de ellos habían participado, durante la primavera de 1975, en las movilizaciones que reclamaron y obtuvieron el Boleto Estudiantil Secundario.
«Lo predominante era atribuir aquel operativo a la lucha por el Boleto Estudiantil Secundario. Esa movilización fue muy importante, pero había ocurrido con anterioridad, en 1975, y a nosotros nos detuvieron por ser militantes de la UES, nunca me preguntaron por el boleto escolar,” considera Emilce Moler, una de las sobrevivientes, quien subraya: «La Noche de los Lápices quedó como un ícono muy fuerte en la impronta de los jóvenes; es una fecha para conmemorar a los cientos de chicos que fueron desaparecidos, torturados o que sufrieron cárcel o exilio; violaciones de los derechos por ilusiones propias de su edad».
En mayo de 1998, la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires estableció por ley “la fecha del 16 de septiembre, en conmemoración a ‘La Noche de los Lápices’, como ‘Día de los Derechos del Estudiante Secundario’.”