Abogado, militante de la Federación Universitaria para la Revolución Nacional, exiliado interno en Santa Cruz, intendente de Río Gallegos, gobernador de la provincia de Santa Cruz. Néstor Kirchner había asumido la Presidencia de la Nación en uno de los peores momentos de la historia y avalado solo por el 22 por ciento de los votantes. Tenía por delante el desafío de sacar al país de la depresión económica, el vacío político, una difícil renegociación de la deuda externa y restaurar las relaciones con la comunidad internacional. Rechazando de plano la identificación entre gobernabilidad e impunidad, el primer mandatario aseguró que había concluido en Argentina un modo de hacer política y de gestionar, y propuso recordar «los sueños de nuestros patriotas fundadores y de nuestros abuelos inmigrantes y pioneros. De nuestra generación, que puso todo y dejó todo, pensando en un país de iguales». Celoso guardián fiscal, al final de su mandato, dejó en las arcas del Banco Central 59 mil millones de dólares de reserva monetaria y un país en marcha, que, en sus palabras, empezaba a salir del infierno. Aquel enérgico militante de la Juventud Peronista de los 70 jamás olvidó sus convicciones y supo mantener hasta el final de sus días los mismos ideales y la intensidad de su compromiso político y social que caracterizaron tanto su militancia juvenil como su gestión como intendente, gobernador, presidente de la Nación y secretario general de la Unasur.